Piloto aguerrido, reportero itinerante y publicista innovador. Richard von Frankenberg, nacido hace un siglo en Darmstadt, Alemania, fue un entusiasta de Porsche que vivía por y para la velocidad.
Von Frankenberg, con apenas 30 años, reunió todo su arte y su talento en la revista Christophorus. En el primer número, publicado en 1952, el fundador relata su récord mundial conseguido en 1951 con un Porsche 356 SL en la categoría de 1.5 litros, el primero para Porsche y para Alemania tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Los datos eran impactantes: 152,34 km/h de velocidad media en una distancia de 10.987 kilómetros recorrida en 72 horas, incluidas las paradas.
Pero el alemán no solo fascina a los lectores con las cifras, sino que consigue transportarlos al puesto de conducción del coche. Con su prosa, cada irregularidad del por aquel entonces famoso Autódromo de Linas-Montlhéry, ubicado en París, deja huella en nuestra propia columna vertebral. El trazado tiene una longitud de 2,54 kilómetros y consta de dos rectas y dos curvas peraltadas que permiten superar con creces los 200 km/h.
Curvas como muros
El escritor compara la presión en el estómago que se siente en esos virajes marcadamente elevados con el momento en el que se retoma el control tras un vuelo en picado. A su certera descripción de esa especie de náusea se suma el vértigo: “Al entrar en la curva inclinada, se percibe como un muro. Una vez dentro, parece que se circula por un carril normal hasta el momento en que el peralte vuelve a dar paso a la recta. Entonces, durante un instante, se pierde la noción de lo que está arriba y lo que está abajo”. Transmite sus impresiones con un ritmo vertiginoso, como dioramas difuminados. Padecemos con él y lo acompañamos en su ímprobo esfuerzo por mantener la concentración para seguir descifrando las señales y percibiendo a las personas en la agitación desencadenada por la alta velocidad. Descubrimos cómo los contornos borrosos de una figura se van clarificando con el paso de las vueltas hasta reconocer a un espía sentado en la hierba que oculta sus cronómetros tras un periódico.
Por fin, en plena noche, “el piloto de récord es la persona más solitaria del mundo”. Apretamos los ojos mientras Von Frankenberg avanza en la oscuridad con la única ayuda de unos faros de corto alcance. En esos momentos, solo le sirven como referencia las luces de los boxes y de la caseta de los cronometradores. Las ve cada 57 segundos, una vuelta. Y cada dos horas se producen los relevos. Ese es el tiempo que debe superar un conductor en cada turno. Agotados, compartimos el alivio de nuestro protagonista cuando por fin recibe la señal de cambio.
En las últimas vueltas las cosas no fueron todo lo bien que deberían: con Hermann Ramelow al volante, la correa que acciona el ventilador se rompió dos veces casi seguidas. No se pudo emplear una tercera correa, puesto que el estricto reglamento prohibía hacer otro cambio. Al final, no obstante, tras tres días y tres largas noches, se superó holgadamente el anterior récord mundial de 145,5 km/h de velocidad media.
Récord Mundial
Fecha: 2 de octubre de 1951
Lugar: Autódromo de Linas-Montlhéry, Francia
Longitud del circuito: 2,54 kilómetros
Vehículo: Porsche 356 SL
Conductores: Richard von Frankenberg / Walter Glöckler / Fritz Huschke von Hanstein / Petermax Müller / Hermann Ramelow